«Creo que necesito un trago. Casi todos lo necesitan, solo que no lo saben»

Charles Bukowski

11 de julio de 2017

Finca Antigua 2011 [Crianza / D.O. La Mancha]

«Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala. Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra.»

Nota: 2 sobre 5.

7 de julio de 2017

Dipsomanía redentora

Sería farragoso enumerar la cantidad de músicos que se han visto dominados por el alcohol, la mayoría de ellos víctimas de los estragos que genera su abuso. El éxito y las malas compañías devienen normalmente en fracasos personales. Sin embargo hay otros que no, que pudieron sobreponerse a las fauces del alcohol y sobrevivieron. Destacamos dos por los que sentimos especial predilección: el inglés Eric Patrick Clapton y la costarricense Isabel Vargas Lizano.


El azar nunca fue favorable para Clapton. Ya desde su infancia el sentimiento de orfandad pudo con él y tal vez eso le persiguió toda su vida. La tragedia nunca dejó de llamar a su puerta hasta ser golpeado donde peor puede hacerlo el destino con la espantosa muerte de su hijo Conor, con cinco años de edad. Él también cometió excesos (pocos no lo hacen) y se refugió en el alcohol. Muchas son las anécdotas que él mismo cuenta sobre su adicción admitiendo que cuando estaba bebido (la mayor parte del día, pero especialmente en las actuaciones), todavía no logra comprender cómo podía tocar tan bien como lo hacía. Admite que simplemente «le salía» («Apenas había estado un par de días sobrio en aquellos años», admitió). Como botón de muestra, de su primer disco —de los mejores de su producción—, destacamos Bottle of red wine en versión con los Dominos (Get up; get your man a bottle of red wine. / I can't get up out of bed / with this crazy feeling in my head. / Get up; get your man a bottle of red wine...).

Hoy, por suerte, está parcialmente rehabilitado (aunque sordo y derrengado) y ya no prueba ni una gota de alcohol. No obstante, se somete rigurosamente al tratamiento de desintoxicación en el Crossroads Centre lugar que fundó en Antigua y Barbuda y que financia, en parte, con los conciertos anuales (Festival Crossroads) que organiza invitando a los mejores guitarristas del blues y rock del momento («Si no fuera alcohólico diría que mi familia es la gran prioridad de mi vida. Pero eso es imposible porque sé que lo perdería todo de no colocar la abstinencia en lo alto de la lista»).

Tal vez por todo ello, Clapton siempre ha sido un hombre de blues que ha llevado dentro ese sentimiento necesario para interpretarlo. Sus referentes siempre han estado allí donde los doce compases adquieren protagonismo. De entre ellos, el mejor, Robert Johnson (en cuya vida —crossroads de nuevo— también adquirió protagonismo el alcohol), a quien le rindió merecido homenaje durante toda su carrera pero especialmente en dos discos memorables Me and Mr. Johnson y Sessions for Robert J; en ellos repasa el catálogo del músico de Hazlehurst. Merecidos y justificados homenajes aun siendo los dos en el mismo año. En el segundo de ellos incluía un documental de las grabaciones de los temas entre los que destacamos la grabación de Me and Devil blues para lo que Eric se desplazó hasta la tercera planta del 508 de Park Avenue (Dallas, Texas), lugar —abandonado hoy— donde exactamente Robert Johnson grabó su canción en 1937; eso sí, sin nadie que lo acompañara y de cara a la pared... Impresionante.


La ya difunta Chavela Vargas —otra mujer de blues—, nombre artístico de quien presentamos líneas atrás, también eligió al alcohol como compañero de viaje. Se cuentan como memorables sus curdas a la par que sus éxitos aunque tuvieron que ser Pedro Almodóvar y Joaquín Sabina quienes la rescataran a la vida artística y recuperaran su prestigio abandonado por ella misma. Tal vez su problema de identidad sexual en su juventud y la cerrazón de la sociedad imperante fuera el desencadenante de su inestabilidad psicológica. Preferimos recordarla como murió, lúcida, sana y en paz con ella misma. Y sobre todo con el recital en el Carnegie Hall de Nueva York, el 15 de septiembre de 2003 cuando, ¡con ochenta y cuatro años!, nos ofreció uno de los mejores conciertos que custodia nuestra discoteca. De entre todos los cortes, nos es difícil entresacar uno, pero nos atrevemos con En el último trago (gracias siempre, José Alfredo Jiménez).

Ambas letras, la de Clapton y la de la Vargas, son desgarradoras para sus devotos.



«Me and Devil blues»

Early this morning,
you knocked upon my door,
early this morning,
you knocked upon my door,
and I said, "Hello, Satan,
I believe it's time to go."

Me and the Devil
were walking side by side.
Me and the Devil
were walking side by side.
I'm gonna beat my woman
until I get satisfied.
She said she don't see why,
that I will dog her 'round.
(now baby, you know you ain't doing me right.)
She said she don't see why,
that I will dog her 'round.
Well, it must be that old evil spirit
so deep down in the ground.
You may bury my body
down by the highway side.
(I don't care where you bury my body when I'm dead and gone.)
You may bury my body
down by the highway side.
Oh, my old evil spirit
can take a Greyhound bus and ride.

«En el último trago»

Tómate esta botella conmigo,
en el último trago nos vamos.
Quiero ver a qué sabe tu olvido
sin poner en mis ojos tus manos.

Esta noche no voy a rogarte,
esta noche te vas que de veras.
Que difícil tener que olvidarte
y que sienta que ya no me quieras.

Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos dolores.

Tómate esta botella conmigo
en el último trago me besas.
Esperamos que no haya testigos
por si acaso nos diera vergüenza.

Algún día, sin querer, tropezamos
no te agaches ni me hables de frente.
Simplemente la mano nos damos
y después que murmure la gente.


Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores.
Otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos dolores.

Tómate esta botella conmigo
en el último trago nos vamos...

Bodegas del Aljarafe

Hay tres lugares que me cautivan: las estaciones de tren, los polígonos industriales y las bodegas. En el Aljarafe sevillano se pueden encontrar multitud de bodegas antiquísimas, de sabor añejo. Traigo a nuestra bitácora dos de ellas.

La primera es la Bodega Góngora (perteneciente a la Hacienda Pata de Hierro), de Villanueva del Ariscal; allí se encuentra la prensa de Viga de Husillo y Quintal; la —según atestiguan— más antigua del mundo en activo ya que data de 1574.

 

En este lugar se elabora Señorío de Heliche, un vino blanco semiseco, afrutado, de calidad inigualable, objeto de culto entre los paladares más exigentes. También el brandi Góngora, de los más selectos de su clase según los entendidos (a los que no pertenezco).

Nota (Señorío de Heliche): 4'5 sobre 5.

 

El segundo templo vinícola que presentamos es el que se ubica en el monasterio franciscano de Nuestra Señora de Loreto, en Espartinas (Sevilla). Desde el 21 de junio de 1616, dicho espacio albergó durante más de un año al samurái Hasekura Tsunenaga, representante de la célebre Embajada Keicho. La mencionada comitiva, por cierto, también fue la responsable de la profusión del apellido «Japón» en Coria del Río, donde en los días que corren se ha empezado a destilar un sake singular. Con motivo de la efeméride, se celebraron unos actos conmemorativos por el cuadringentésimo aniversario del hecho histórico.


En las Bodegas Loreto, además de un mosto magnífico, se elabora un vino blanco de calidad excepcional, seco y afrutado, con cierto protagonismo a manzana. Pero lo mejor, si se tiene la oportunidad, es dejarse cautivar por el cenobio pernoctando en su hospedería.

Nota: 4 sobre 5.


Y sobre todo, desdeñen la advertencia del inquisidor protector de Fray Luis de León:

Bares, qué lugares...


Gabinete Caligari, pese a las ínfulas intelectuales y cosmopolitas del nombre del grupo, exprimió al máximo la fórmula autóctona del "rock torero" en el marco de la movida madrileña de los 80. La voz de Jaime Urrutia, oscura y no especialmente dotada par el afinamiento, colaboraba para dar el toque primitivo a la formación. El puntazo de ventas lo dio con Camino Soria, aunque su álbum (mini) de estudio de qualité fue Cuatro rosas, con la canción homónima dedicada a Janis Joplin. Pero lo que les interesa a los autores borrachuzos de este blog no son los discos antes mencionados, sino Al calor del amor en un bar, de 1986, con la canción que da título a la obra: cumbre de lo castizo vertiente musical, con su ritmo de pasodoble y su letra curtida en el ambiente bareta. El vídeo, producido por TVE, no tiene desperdicio: cutre, cuasi amateur, pero encantador en su ingenuidad retro.

Mozo, ponga un trozo
de bayonesa y un café,
que a la señorita la invita "monsieur".

Y dos alondras nos observan sin gran interés.
El camarero está leyendo el As con avidez.

[...]

Pollo, otro bollo,
no me tenga que levantar.
No hay como el calor del amor en un bar.

Jefe, no se queje
y sirva otra copita más.
No hay como el calor del amor en un bar.

La percepción ebria

Dicen que los borrachos y los niños dicen la verdad... Puede que sea cierto pero me quedo con la aprehensión que tienen ambos. La ebriedad da a menudo una percepción fina de la realidad menospreciada con frecuencia.

Traemos tres ejemplos sacados de la ficción pero que bien podrían corresponder con la realidad. En el primer corte se luce Rafael Álvarez «El Brujo» en La taberna fantástica (1991), de Julián Marcos sobre una obra de teatro de Alfonso Sastre; con el segundo disfrutamos de un maestro de la interpretación, Juan Diego en su papel de cura en You’re the one (2000), de José Luis Garci. Por último, José Sacristán muestra la lucidez del borracho en Un lugar en el mundo (1992), de Adolfo Aristaráin. Tres obras maestras. Lucidez ebria.



6 de julio de 2017

Bares modernos

Vamos a echar unas risas. Leo Harlem reflexiona sobre los bares modernos.


Me gusta o no me gusta

Interesantes opiniones de Luis Gutiérrez, catador de la Guía Parker. Destaco la siguiente perla:

«El vino te gusta o no te gusta, y a partir de ahí te puedes complicar todo lo que quieras, porque es un mundo supercomplejo, infinito. Cuanto más aprendes te das cuenta que no sabes nada»...


Tuborg. Posiblemente entre las mejores


"Posiblemente la mejor cerveza del mundo" (Carlsberg) ha triunfado como el mejor eslogan publicitario cervecero, en competencia con "Piensa en verde" (Heineken). Hoy traigo otra cerveza danesa, aunque ya absorbida por la multinacional Carlsberg; me refiero a Tuborg. Es de difícil consecución en España pues aquí su matriz triunfa, no así en otros países como Rusia. Prefiero Tuborg por su amargor delicado, regusto dulzón, cuerpo medio y espuma abundante pero volátil; el tono ligeramente dorado y la lata vintage resultan, asimismo, visualmente atractivos. Mi estancia en Dinamarca, allá por el lejano y capicúa 1991, fue deleitada por su descubrimiento.

Nota: 4 sobre 5.

5 de julio de 2017

Alejandro Magno y el vino


Envenenado o no, Alejandro Magno vio cómo se extinguía su vida tras una bacanal. Los macedonios, como los griegos, rendían culto a Dionisio -hijo de Zeus y patrón de la agricultura-, y en su honor celebraban protoorgías, que, entre batalla y batalla, servían como bálsamo alcohólico y sexual. No sabemos qué variedad de vino era del gusto del joven emperador, pero sí que este brebaje, y los excesos que lo acompañaron, pudieron más que el rey persa Darío con sus doscientos cincuenta mil hombres o el Poros indio con sus elefantes.

Muga 2012 [Crianza / D.O. Rioja]

Entre risas, canciones y karaoke, este excelente vino causó sensación.

Nota: 4'5 sobre 5.


Carmelo Rodero 2014 [9 meses / D.O. Ribera del Duero]

Magnífico caldo para una noche de verano.

Nota: 3'5 sobre 5.


4 de julio de 2017

Pero... no

La probanza de hoy nos ha llevado a Italia. Recurriendo a los simplones y fáciles estereotipos, nos desplazamos a los barrios del neorrealismo y a su bebida de cabecera, la cerveza Peroni.

No me ha gustado mucho y me parece cara para ser «la cerveza del pueblo»; en fin, demasiado alarde para atribuirse el «Nastro Azzurro». Tal vez en 1933 lo tuviera pero ya lo perdió... ¿Puede ser que el maíz italiano de su fórmula tenga la culpa de ello?

Nota: 2,5 sobre 5.


3 de julio de 2017

No es mal año por mucho trigo

«Si me das a elegir»... me quedo con vosotras, dos cervezas de trigo, una belga y otra alemana. La cerveza de trigo es diferente a la de cebada ya que requiere un compromiso con la persona con la que la compartes; digestiva, ideal para la antesala de las comidas incluso como postre.

La belga es Hoegaarden, blanca, espléndida y con un cuerpazo de escándalo. Se puede conseguir con relativa facilidad (yo la he encontrado en El Corte Inglés y Supersol).

Nota: 5 sobre 5.

La otra protagonista de nuestra entrada es Schneider Weisse. Señores, firmes todo el mundo. Esta cerveza desbanca a todas las que conozco, incluidas las pilsen. Es una experiencia absolutamente inigualable. Hay seis tipos clasificadas con la apostilla «Tap» y difieren en el amargor y graduación del líquido. Yo recomiendo fervorosamente la Tap 1. El único inconveniente es dónde adquirirla. Llevaba años buscándola hasta que he encontrado un lugar en Bilbao que tarda 48 horas en mandarla a tu domicilio. Se trata de www.mundodecervezas.es. Hoy me ha llegado mi pedido. Gracias, Igor, mi cervecero de cabecera.

Nota: 5 sobre 5.

1 de julio de 2017

Menéndez [Sidra natural / Asturias]

La única bebida alcohólica con la que disfruta mi hermano Yuti. Es un privilegio verlo escanciar.

Nota: 4 sobre 5.



San Millán 2014 [Roble / D.O. Ribera del Duero]

«Quiero fer una prosa en román paladino
en qual suele el pueblo fablar a su vezino,
ca non so tan letrado por fer otro latino:
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.»
Vida de Santo Domingo de Silos.

Nota: 3 sobre 5.
A su salud, Don Gonzalo.


Jacques Brel y Stella Artois


¿Qué tienen en común el gofre, Eddy Mercks, Georges Simenon o René Magritte? Sí, lo ha adivinado: su origen belga. Aunque si hay que decantarse por elementos que determinen la esencia de este país, prefiero a otros dos: el cantante Jacques Brel y la cerveza Stella Artois, trascendentes ambos del pequeño territorio en el que surgieron.

Jacques Brel se forjó como artista en París e internacionalizó la chancón française, de la que se convirtió, a la postre, en su epítome. Sus pullas a la burguesía de la que procede, a la mitad flamenca de Bélgica, sus huidas polinésicas y abandonos artísticos crearon en torno a él un aura bohemia que lo elevaron ya en vida a la condición de mito. Más que en sus canciones enlatadas, Brel es Brel en las actuaciones en directo: performances  cortas y sin bises, pero en las que entregaba todo el sentimiento y la fuerza dramática de un actor, vaciándose en el escenario: el feo y desgarbado ejercía de bestia trajeada para lanzar un torrente sonoro y verbal de amor, alcohol, penas, muerte y, a veces, humor. Un parónimo de éste, el humo –hoy vedado en recintos cerrados-, que no el alcohol, se lo llevó por delante antes de cumplir cincuenta años. ¿Esencia de Bélgica? Puede ser, pero su talla como cantante traspasa la frontera belga para situarlo en el mundo francoparlante y en el territorio mítico del artista irrepetible.

Stella Artois nació como brebaje navideño y cuenta ya con una tradición secular. Actualmente se produce también en lares lejanos a su Lovaina originaria. La botella verde, así como los colores blanco, rojo y dorado del logotipo, remiten al clasicismo de otras cervezas vecinas como Beck´s y Heineken, aunque con el cuello hipertrofiado. Destaco su amargor suave y agradable –oxímoron beodo-. Es una cerveza ligeramente cremosa y con poca espuma, de escaso cuerpo y trago fácil, pero de regusto largo. El precio, por encima del euro el botellín de 33 cl., no invita a su degustación diaria. Stella de las cervezas centroeuropeas y guía para cerveceros en pos de un pesebre etílico de qualité.