«Creo que necesito un trago. Casi todos lo necesitan, solo que no lo saben»

Charles Bukowski

15 de octubre de 2017

William Holden ahogado en alcohol


William Holden, flotando boca abajo en la piscina de la mansión de Gloria Swanson y agujereado su cuerpo por el revólver de su amante y benefactora, relata en flash back su trágica historia, dando pie a uno de los comienzos más impactantes (e imposibles) de la historia del cine. El actor no previó que su muerte real remedaría en cierta forma la secuencia que Billy Wilder ideó para su filme (Sunset Boulevard, 1950): charco de sangre en lugar de agua clorada y herida en la cabeza en vez de orificios de bala, solo que su instante final fue motu proprio.

La muerte de William Holden es de sobra conocida para todo cinéfilo. Borracho y solo en su apartamento de Santa Mónica, se golpeó en la cabeza con la mesilla de la habitación, lo que provocó una lesión que a la postre culminaría en fatal hemorragia que el actor, totalmente curda, no supo contener. William Holden es testimonio de los efectos devastadores del whisky. Estragos en su cuerpo que se reflejaban en una cara otrora de galán. Calvario alcohólico transmutado en celuloide: el camino wilderiano que va de Sabrina a Fedora.

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